Los farmacéuticos, presos de las farmacias

Por: Manuel Machuca

Desde hace 20 años los farmacéuticos estamos ante el Drugs New Deal que supone ofrecer a la sociedad sus conocimientos para reducir la morbi- mortalidad asociada a medicamentos. Porque los medicamentos están causando graves problemas a los sistemas de salud y estos no se dan cuenta de dónde está la raíz verdadera de esos problemas. Creen que es una cuestión de precios de los medicamentos, pero no es así, aunque pueda haber margen para su disminución y sobre todo, para limitar las desigualdades que limitan el acceso a los mismos en los países en vías de desarrollo o en la indigencia más absoluta en esta y otras materias. Pero, no, no es una cuestión de precios, o no solo.

Los medicamentos han contribuido a cronificar enfermedades que eran incurables, y han contribuido a aumentar la esperanza de vida. Cronificar significa que no curan, sino que aumentan el espacio de tiempo que va desde el diagnóstico a la muerte, y acompañan hasta esa muerte a las personas que deben tomarlos, con lo que eso significa de cambios drásticos en la vida de las personas.

Además, conforme avanza la vida hay que tomar más, y la probabilidad de que interfieran entre ellos, al compartir mecanismos fisiológicos medicamentos para problemas muy diferentes, es cada vez mayor.

Y también se produce a veces la diferente percepción de lo que es beneficio y que es adverso entre pacientes y profesionales de la salud. Por poner un ejemplo, la vasodilatación que produce un medicamento antihipertensivo en un varón que conduce a la bajada de presión arterial (efecto positivo para el profesional) se puede reflejar como disfunción eréctil (efecto negativo para el paciente) y como en toda circunstancia, se toma una decisión en función de prioridades, conocimientos y expectativas. Hay que considerar que el paciente es como un profesional de la salud (porque toma decisiones autónomas), sin una formación reglada para ser paciente.

Los problemas que causa la farmacoterapia son diversos, y no solo reacciones adversas, como algunos quieren creer, o de incumplimiento, como otros nos quieren hacer creer. Los problemas de la farmacoterapia, además de los de incumplimiento, son también de no tomar medicamentos necesarios por falta de diagnóstico, tomarlos sin necesidad, falta de respuesta adecuada en el paciente, o los ya consabidos efectos adversos.

Asumir el desafío de ajustar y optimizar los resultados de los medicamentos, de trabajar junto al paciente por reforzar su papel de liderazgo, ayudándole a tomar buenas decisiones desde el conocimiento, e integrarse en un equipo multidisciplinar en el que todos aportan y ninguno tiene mando absoluto, era el reto. Un reto que es muy beneficioso para todos por los ahorros económicos y en sufrimiento que supone. Se sabe que por cada euro invertido en profesionales que hagan esta labor, el proveedor sanitario, es decir, en nuestro caso, ese Estado que somos todos, ahorraría una media de 4,18, llegando a 12 en algunas patologías. Un par de ejemplos para ilustrar:

1. Una limpiadora diabética lleva de baja cuatro meses por una inflamación en la articulación de la mano que le ocurre al fregar. Su médico no le prescribe corticoides, que le bajarían rápido la inflamación, porque su diabetes no está controlada y podría ser aun peor. Un farmacéutico trabajó con ella para ajustar los niveles de azúcar hasta bajarlos suficientemente como para que su médico pueda administrarle los corticoides. En un mes, todo se ha resuelto. Si se hubiera actuado así desde el principio, todos nos hubiésemos ahorrado los cuatro meses de baja laboral que estuvo. A cambio, se ha gastado un poco más de insulina y una caja de corticoides. Probablemente 15 euros más de gasto farmacéutico frente a 2.500 euros de baja. Buen negocio este, ¿no?

2. A un paciente con el pulso muy lento su médico le dice que le van a tener que poner un marcapasos. El farmacéutico se dio cuenta de que había un medicamento muy importante que podía producir ese efecto, y que lo tomaba porque había tenido un infarto hacía años. Pero ese medicamento se eliminaba por la orina y el paciente no orinaba mucho y se podía estar acumulando. Sugirió el cambio por otro similar pero que se eliminaba con la bilis, eliminándose la necesidad del marcapasos al recobrar su ritmo el pulso. El nuevo medicamento valía 1 euro más al mes, pero se había ahorrado un marcapasos, que costaba ponerlo más de 9.000. ¿Qué tal?

El Drugs New Deal implica un reto revolucionario para los farmacéuticos. Sin embargo, todavía no se ha acometido. En lugar de afrontar los cambios necesarios (que son de todo tipo, y van desde modificar las decimonónicas Facultades de Farmacia hasta cambios drásticos en la profesión y en el sistema sanitario) se acercaron tímidamente a esta práctica asistencial, para luego dejarla, o tergiversarla para que entrase, aunque fuese a presión, en un establecimiento sanitario como las farmacias, cuyo fin es facilitar la accesibilidad de los pacientes a los medicamentos.

Los farmacéuticos tenemos miedo al cambio. Cuando fabricábamos medicamentos éramos científicos, y como tales, progresistas, investigadores, buscadores de la verdad, innovadores….Ahora somos comerciantes, y como tales, conservadores, temerosos de los cambios, gestores y poco dados a asumir nuevas responsabilidades.

Los farmacéuticos hemos antepuesto las farmacias a un acto profesional que debe ser renovado, porque las necesidades de los pacientes sobre los medicamentos cambian porque la sociedad cambia y los avances resuelven problemas pero alumbran otros nuevos. Sin embargo, nos seguimos agarrando a la entrega de medicamentos, y trabajamos todo lo que conlleva mejorar la entrega, dando la espalda a una práctica profesional nueva, que estará dentro de la farmacia…..o no. Pero nos da pavor asomarnos a la puerta. Y además, creemos que el mundo está en nuestra contra, y no caemos en que lo que el mundo nos está diciendo es que lo que hacemos no es suficiente para justificar una carrera de cinco años que además financia con nuestros impuestos, y que paga a unos profesores universitarios que dictan clases para formar un profesional que ya no existe y que desapareció hace más de cincuenta años.

A pesar de los ataques a nuestra dignidad, que son ciertos, y del hostigamiento mafioso de unos políticos ineptos que se aprovechan de nosotros cuando lo necesitan y que se ceban también por ser presa fácil y lugar común de la opinión pública, a pesar de todo eso, tenemos que mudar la piel y dar un paso al frente, que traerá una profesión nueva. No renovada; nueva.

En un mundo en crisis financiera, ecológica, de valores, de modelo de convivencia; ante la muerte de una época, toca abrirse al nuevo mundo que viene. Cada cual tiene su desafío. Este es el granito de arena que tenemos que poner los farmacéuticos. A romper las cadenas que nos tienen maniatados.

Nota: Nos hemos permitido transcribir íntegramente esta nota, publicada en el Blog de Manuel Machuca, porque suscribimos totalmente a los contenidos vertidos en ella. Hace mucho tiempo que hablamos de la crisis  de la profesión, pero no encontramos el camino práctico que nos permita salir del círculo vicioso del puro diagnóstico y nuestro apego al «realismo mágico» de hablar y creer que con eso alcanza para transformar la realidad.

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