Diseñar actividades para prevenir el plagio 1


La educación en línea en tiempos de Coronavirus – Parte 34

Por Silvia C. Enríquez

Cuando mis alumnas y alumnos de la universidad tienen dificultad para comprender algún concepto, les pido que traten de analizar con precisión qué les cuesta entender y, en lo posible, por qué creen que les sucede esto. Las respuestas suelen ser muy interesantes e iluminadoras, tanto para toda la clase como para mí. 

Con frecuencia encuentro que la noción de plagio, y la necesidad de citar las fuentes siempre, les resulta a bastantes estudiantes más difícil de asimilar de lo que se podría suponer, dado que son ideas relativamente sencillas que, además, aprendieron en años anteriores. La respuesta que he oído repetidamente acerca de esta dificultad es interesantísima: la práctica escolar, lamentablemente tan frecuente, de evaluar el aprendizaje mediante la repetición de lo que leyeron en algún libro les crea la convicción de que reproducir ideas ajenas no solo no está mal sino que es lo que cualquier docente espera. Porque en la escuela no necesariamente les pidieron que citen sus fuentes ni aprendieron cuál es la importancia de tener en cuenta quién escribió lo que leen. Esto es lo que causa que, en mis clases de tercer año de la universidad, haya siempre un porcentaje de estudiantes que, a la hora de mencionar el texto del que partieron sus ideas, continúen diciendo, como único dato, “es un libro de tapa azul”. 

Peor aún, hay quienes manifiestan que, antes de ingresar a la universidad, nunca les pidieron que elaboraran una idea propia o sacaran una conclusión, y sienten una lógica inquietud cuando se les pide esto en el nivel superior. Para evitar que esto siga sucediendo, es imprescindible que en todas las materias escolares se enseñen los hábitos intelectuales que aseguran que se pueda dejar atrás la repetición de datos que no necesariamente se comprenden para pasar al verdadero aprendizaje: el que permite emplear la información para transformarla en conocimiento que, a su vez, puede ser aplicado a la práctica. Una enseñanza centrada en la memorización de conceptos ajenos no enseña a razonar y, para retornar al tema que nos ocupa, borra las fronteras del plagio y, en algunos casos, hasta lo fomenta.

La mejor estrategia para que la ocasión no haga al ladrón es, en consecuencia, enseñar a razonar para que luego sea posible diseñar actividades en las que no haya que repetir sino emplear conocimientos con los cuales generar nuevas ideas: nuestra vieja amiga la resolución de problemas o de tareas. También podremos modificar la dinámica de nuestras clases y, además, de las evaluaciones, haciendo uso de las estrategias del aula invertida, el trabajo colaborativo o las tradicionales pruebas a libro abierto, para nombrar solo algunas modalidades de trabajo que no son garantía absoluta de que no exista el plagio pero lo tornan más difícil (además de que dan como resultado un aprendizaje mucho más significativo que la mera repetición de conceptos). En los niveles educativos más altos, en especial el posgrado, el plagio se evita en gran medida si, además, nos actualizamos permanentemente en la disciplina en la que trabajamos. 

Recordemos, también, que en un entorno virtual existen muchas herramientas que nos permiten observar cómo trabaja cada estudiante de modo individual, con un detalle que no es posible en un aula presencial y que hace mucho más difícil el plagio. Una tarea colaborativa llevada a cabo en un foro, por ejemplo, lo vuelve visible no solo para el o la docente sino para toda la clase. 

El plagio no es, entonces, un tema menor. Es una cuestión ética y un delito en muchos casos. Enlaza, además, con la falta de buenos hábitos intelectuales y hasta nos interpela acerca de cómo evaluamos los aprendizajes. La buena noticia es que prevenirlo y, por lo menos, paliarlo, está en nuestras manos de docentes: si nuestras clases son interesantes y relevantes para la vida de las y los estudiantes, mejorará la motivación y, en consecuencia, tendrán menos necesidad o deseos de copiarse.

Para continuar leyendo:

Novelle, L. (2015) Buscando antídotos contra el plagio académico.

De nuestro blog:

Gargiulo, S. y Ponz, M. J. (2014) “El trabajo colaborativo”.
Gargiulo, S. y Ponz, M. J. (2014)  “El trabajo colaborativo virtual”.
Scorians, E. y Vernet, M. (2014)  “La participación como enriquecimiento mutuo”.
Enríquez, S. (2014)  «Animarse a participar»
Gargiulo, S. y Ponz, M. J. (2014)  “Algunas reflexiones acerca de la encuesta sobre trabajo colaborativo”.
Gargiulo, S. y Ponz, M. J. (2014)  “Dinámicas de colaboración (virtual)“.
Ponz, M. J. (2014)  “Encuesta sobre dinámicas de colaboración”.
Scorians, E. E. y Vernet, M. (2018)  “Flipped classroom: la clase invertida – Parte 1”.
Scorians, E. E. y Vernet, M. (2018)  “Flipped classroom: la clase invertida – Parte 2”.Orbe, M. (2019)  “El aula extendida como recurso para trabajar la generación Z – Parte 1”.
Orbe, M. (2019)  “El aula extendida como recurso para trabajar con la generación Z – Parte 2”



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Un comentario en “Diseñar actividades para prevenir el plagio

  • Respuesta
    JOSE ANTONIO GUARNIZO

    de acuerdo la escritura de artículos debería estimularse mas desde la formación secundaria, validando el ensayo critico, y ahora con facilidad muchos estudiantes lo que hacen es copiar enlaces de internet abiertos, ni siquiera de tipo académico, menos científico, el mismo sistema educativo favorece esa anormalidad